¿Qué opina usted del fracking? ¿Cómo? ¿Que todavía no sabe qué significa eso?
Pues sepa que la UE, en un ejercicio poco visto por estas latitudes, le está preguntando a la sociedad civil europea qué piensa al respecto de la nueva esperanza blanca del sector energético tradicional. Entérese, por favor, y rellene el formulario.
Tampoco es extraño que usted no sepa nada. En Burgos se enteraron gracias al Boletín Oficial, cuando una filial de REPSOL recibió permiso para realizar exploraciones. En el resto del país se han ido formando plataformas que rechazan la extracción de gas de pizarra ante las serias dudas ambientales que plantea. En Francia y en Bulgaria se ha prohibido por ley, y en otro países y estados de EEUU existen moratorias. No es de extrañar que la UE quiera saber su opinión ante las movilizaciones ecologistas y vecinales para que legisle, y las presiones del lobby energético para que deje llegar el maná del siglo XXI.
En resumen, el fracking consiste en fracturar rocas a más de dos mil metros de profundidad con agua a altísima presión, liberando así el gas que contienen. El agua contiene aditivos especiales que también se acaban quedando atrapados en la roca. Entre otras muchas cosas, existen sospechas de que ese desconocido cóctel químico pueda afectar a acuíferos y a la salud de las personas. Desconocido porque es más o menos tan secreto como la fórmula de la Coca-Cola, ya que no deja de ser una de las bases del negocio y está protegido por patentes. Dick Cheney, el exvicepresidente de EEUU y exdirectivo de Halliburton (una de las empresas con más intereses en su explotación) consiguió que se dejara fuera de la ley de vertidos a este tipo de efluentes, por lo que no existe la obligación de una declaración pública de su composición. Sí, Halliburton, una de las empresas que más se lucró a raíz de la guerra de Irak con ese mismo vicepresidente.
En EEUU se perfora a un ritmo de 30.000 pozos anuales, que tienen una productividad muy baja en relación a los tradicionales. El consumo de territorio es descomunal para mantener el objetivo geoestratégico número uno de Obama y su Administración: dejar de depender del petróleo que importan de países tan inestables o poco amigos como Venezuela, Irak o Angola. Calculan que a este ritmo en 2020 o 2030 volverán a ser exportadores netos de hidrocarburos, reduciendo también la factura militar, que ya saben es superior a la del resto de países del mundo juntos.
No es sorprendente que la UE se sienta tentada de abrir la caja de Pandora y no complicarse la vida con las fuentes renovables. Como Argentina o México, donde las reservas probadas de gas no convencional suponen el 92 y el 87% respectivamente del total de gas, que ahora es rentable explotarlo gracias a la subida de precios y los avances tecnológicos. El presupuesto de México vive en un 40% de lo que genera PEMEX y Argentina tiene problemas de abastecimiento cada invierno, y más que tendrá con la expansión de la agricultura industrializada con la que paga su deuda. Por cierto, el tercer mayor yacimiento del mundo de este tipo de gas, Vaca Muerta, está en el país austral y su descubrimiento algo tuvo que ver en la renacionalización de YPF. Eso seguro que les va sonando ya.
En el fondo, lo peor de todo es que este boom gasístico nos lleve a relajar nuestros esfuerzos en un cambio de matriz energética que ya no puede postergarse más. Por mucho gas y petróleo que sepamos encontrar en el subsuelo, sería estúpido estirar unos años más nuestra dependencia de los hidrocarburos, cuando la cuenta atrás delcambio climático está a un paso de entrar en un punto sin retorno.
Piense sobre todo en eso antes de rellenar el formulario.
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