UN CUADERNO DE REFLEXIONES PARA EL VOLUNTARIADO.

martes, 31 de enero de 2012

LA MALETA QUE TRAJE DE KENIA. Testimonio de una cooperante

Por Lorena Cobas, Responsable de Cooperación y Emergencias de UNICEF España

Hoy hace seis meses que UNICEF hizo un llamamiento a la solidaridad con el Cuerno de Africa. Pero ya hace años que la población de Somalia, Kenia, Etiopía y Yibuti estaba haciendo un llamamiento a no caer en el olvido. Los 13 millones de personas afectadas por esta emergencia y los 320.000 niños que aún sufren desnutrición aguda se merecen que no miremos a otro lado, y hagamos frente a esta precaria situación.

Para mí es un día muy emotivo porque hace tres meses que volví de Kenia, donde fui para apoyar el trabajo de UNICEF en esta emergencia. Allí se quedaron los recuerdos, los olores, el calor, y sobre todo las personas. Y en la maleta me traje muchas ganas de trabajar para que no vuelva a caer en el olvido esta parte del mundo.
Hoy hago balance de mi estancia en Kenia, y me acuerdo del camino a Dadaab, lleno de arena, de baches, de animales muertos y de niños pidiendo agua, sólo les faltaba una cosa: un poco de agua.

Viene a mi memoria la lluvia que vi un día al salir de mi tienda, unas pocas gotas de agua que la tierra árida absorbía en tan solo unos segundos porque llevaba años sin beber. Fui testigo del comienzo de la temporada de lluvias en una región que estaba a punto de borrar esta palabra de su vocabulario, pero llovió al fin. Cifora Monier, Especialista de comunicación en Dadaab me decía que se necesita más de un año para que la tierra se recupere y las familias vuelvan a sus vidas normales, pero es un buen comienzo.

Pero todo en el Noreste de Kenia se convierte en un arma de doble filo. Y la lluvia que viene a salvar miles de vidas, también ha sido una amenaza para la salud de la población y una dificultad para que el personal humanitario llegue a donde se necesita.

Afortunadamente los profesionales que trabajan allí pusieron en marcha los mecanismos para prevenir y atender enfermedades como el cólera y así evitar su expansión. Gracias a esto podemos decir que el impacto de esta enfermedad ha sido mínimo, a mediados de diciembre, de los 805 casos sospechosos de cólera en Dadaab habían muerto tres personas, lo que significa un 0,4%.

Pero, sobre todo, pienso hoy en las personas, en los refugiados que en su mirada sólo transmiten cansancio, en Ahmadina y Mohamed, los traductores que nos acompañaron y que llevan más de 20 años viviendo en Dadaab y soñando con volver a Somalia, y en el personal humanitario que trabaja en uno de los contextos más peligrosos que existen, y aún así no desisten en su empeño por mejorar la vida de las personas.

Por todo esto, hoy sentada en mi oficina en Madrid, renuevo mi compromiso con los derechos de los niños. Quiero poner mi grano de arena para que los niños en el Cuerno de África le planten cara al hambre a la enfermedad y la muerte y tengan una vida digna. Sobre todo quiero que se borre el cansancio de su mirada y que puedan volver a sonreír.

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