UN CUADERNO DE REFLEXIONES PARA EL VOLUNTARIADO.

miércoles, 9 de marzo de 2011

DALAI LAMA

Tenzin Gyatso nació en el Tibet en 1935. En el antiguo régimen teocrático, el Dalai Lama era considerado reencarnación de la divinidad. Cuando un Dalai Lama muere, se cree que a su alrededor entra en el recién nacido, que tras ser identificado, por determinadas pruebas tradicionales, se convierte a su vez en el nuevo Dalai Lama.
Dalai Lama es el título que se le da al jefe espiritual y político del Tibet, desde 1650.
Cuando en 1950, los comunistas chinos ocuparon el Tibet, el enfrentamiento con los tibetanos fue aumentando, hasta que en 1959, tras una rebelión frustrada, el Dalai actual, Tenzin, debió abandonar su tierra y trasladarse a la India, donde fue recibido en calidad de refugiado político.
Actualmente vive en Darampsala, como presidente del gobierno tibetano en el exilio, mientras continúe la invasión china en el Tibet.
Por su oposición pacífica a la dictadura china en el Tibet, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1989.
Tenzin Gyatso, el actual Dalai Lama, es considerado la 14° reencarnación del Gran Buda.
Viaja por el mundo, llevando en su mensaje de unión entre los seres y respeto por todas las creencias.
A través de la paz interior se puede conseguir la paz mundial. Aquí la responsabilidad individual es bastante clara ya que la atmósfera de paz debe ser creada dentro de uno mismo, entonces se podrá crear en la familia y luego en la comunidad.
Para crear una paz interior, lo más importante es la práctica de la compasión y el amor, la compresión y el respeto por los seres humanos. Los más poderosos obstáculos para ello son la ira y el odio, el temor y el recelo. De modo que, mientras la gente habla de desarme en el mundo entero, cierto tipo de desarme interno es prioritario.
La compresión genuina entre los seres humanos, no es simplemente una cuestión religiosa, sino una condición para sobrevivir.
Creo que ésa es la religión universal.
Hay aspectos en los cuales las diferentes religiones pueden aprender unas de otras, pero no por ello deben resignar sus respectivas identidades.
El enojo, el orgullo y la competencia son nuestros verdaderos enemigos. Nunca se puede ser feliz con actitud de ira.
Que la religión pueda ser usada como un instrumento para crear divisiones y provocar más pelea, es un hecho muy infortunado.
Existen terrenos muy claros para desarrollar relaciones más estrechas entre las distintas religiones y esto es muy importante hoy en día. Hay signos positivos en esta dirección. Hay una mayor compresión entre la comunidad del budismo tibetano y los monjes y monjas cristianos. Nosotros, los tibetanos, tenemos que aprender muchas cosas de las demás tradiciones.
El problema humano básico es la falta de compasión. Mientras este problema subsista, subsistirán los demás problemas. Si se resuelve, podemos esperar días más felices.
Personas erradas, usan la religión en forma errada. Como resultado de ello, la religión contribuye a mayores luchas y mayores divisiones.
La compasión es la raíz de todas las formas de veneración.
Sin amor la sociedad se encuentra en estado muy crítico. Y sin él nos enfrentamos cada vez más en el futuro a graves problemas. El amor es el centro de la vida humana.
Se dice que nuestro enemigo es nuestro mejor maestro. Al estar con un maestro, podemos aprender la importancia de la paciencia, el control y la tolerancia, pero no tenemos oportunidad real de practicarla. La verdadera práctica surge al encontrarnos con un enemigo.
Esa oscuridad interior que llamamos ignorancia, es la raíz del sufrimiento. A mayor luz interior, menor oscuridad. Ésta es la única forma de alcanzar la salvación.
Para poder valorar mejor a los demás, es importante primero reflexionar sobre el error de valorarnos a nosotros mismos y en la cualidad de apreciar a otros. Si estimamos a los demás, entonces nosotros y los otros, seremos felices.
Creo en la determinación humana. A lo largo de la historia se ha comprobado que la voluntad humana es más poderosa que las armas.
Mi verdadera religión es la bondad. Si la practicamos en nuestra vida, no importa si sabemos mucho o poco, o si creemos en la próxima vida o no, en Dios o en Buda. En nuestra vida cotidiana tenemos que ser pasivos. Ése es el pasaje a la luz.
La esencia de la vida espiritual está formada por nuestros sentimientos y nuestras actitudes hacia los demás.
Hablamos mucho de la paz, pero ésta sólo puede existir cuando el ambiente es propicio. Debemos crear esta atmósfera y para hacerlo debemos adaptar la actitud correcta. La paz, básicamente, debe nacer en nosotros mismos.
El cariño paternal, el contacto físico, la ternura amorosa hacia todos los seres vivos, la responsabilidad social y la atención especial a los menos privilegiados, todos estos conceptos son tan simples de entender. Entonces, ¿por qué su práctica parece costarnos tanto?.
Es mucho mejor hacer amigos, comprender mutuamente y hacer un esfuerzo para servir a la humanidad, antes de criticar y destruir.
Ya sea que podamos lograr la armonía mundial o no, no tenemos mejor alternativa que trabajar hacia esa meta.
Buscamos comportarnos correctamente porque es una buena actitud. Produce buenos frutos. La razón principal es que uno busca la felicidad y uno no desea el sufrimiento y en función de esto, uno realiza buenas acciones y evita las malas.
Todas las grandes religiones son básicamente lo mismo, ya que todas buscan la paz mental y la bondad, pero es muy importante practicar esto en nuestra vida diaria. No únicamente en la iglesia o el templo.
Tanto el creyente como el no creyente son humanos. Debemos tenernos un gran respeto mutuo.
Aunque no sabemos lo que nos depara el futuro, debemos siempre hacer algo por la vida a favor de otros.
La bondad o la maldad de los actos la determina su fruto.
Estoy tratando desde mi lugar de subrayar la verdadera fraternidad entre los hombres.
Siento que la armonía se basa en un sentido auténtico de la hermandad.
Creo que es útil que existan las distintas religiones, ya que la mente siempre busca distintos caminos para inclinaciones diferentes.
No tiene sentido estar apegado exclusivamente a esta vida, ya que por muy larga que sea, no podemos vivir más de determinada cantidad de años. Por eso no importa cuánta riqueza o recursos acumulemos en esta vida. En ese momento no nos servirán de nada.
Para tener sabiduría es necesario tener fuerza interior. Sin un desarrollo interno, podemos perder la confianza en nosotros mismos y el valor. Lo imposible puede ser posible con fuerza de voluntad.
Si nuestra mente se ve dominada por el enojo, desperdiciaremos la mejor parte del cerebro humano: la sabiduría, la capacidad de discernir y decidir lo que está bien o mal.
El enojo es uno de los problemas más serios que el mundo enfrenta hoy.
Para el momento de la partida de esta vida deberíamos haber cultivado en forma intensa los valores del espíritu. La humanidad, la entrega, el servicio y la compasión. La muerte nos iguala a todos. Es la misma para un hombre rico que para un animal salvaje.
Si dominamos nuestra mente, vendrá la felicidad.
Cometemos errores cuando las emociones la invaden y nos conducen a las malas acciones.
Estoy convencido que al final siempre prevalecerá la verdad y el amor entre los hombres por sobre la violencia y la opresión.
Practiquen la meditación. Es algo fundamental. Una vez que se la disfruta, ya no se la puede abandonar, y los beneficios son inmediatos.
Si asumimos una actitud de humildad, crecerán nuestras cualidades.
Mientras que si somos orgullosos, seremos presa de los celos y la ira y veremos con desprecio a los demás y así lo único que lograremos es que reine la infelicidad.
Una mente lúcida y un buen corazón acompañados por sentimientos cálidos, son las cosas más importantes. Si la mente no se dirige a los pensamientos positivos y elevados, nunca podremos hallar la felicidad.
Lo que somos se lo debemos al afecto. Los días de nuestra existencia ocurren gracias al cariño.
El verdadero practicante debe ser un soldado que combate incesantemente contra sus enemigos interiores.
Aunque haya religiones diferentes, debido a distintas culturas y tradiciones, lo importante es que todas coinciden en su objetivo principal: ser buena persona y ayudar a los demás.
Honrar a Dios es fundamental, pero también lo es respetar a nuestro prójimo. De hecho la verdadera adoración a Dios es posible cuando uno respeta a su prójimo.
Considero una sonrisa como algo único en un ser humano. Una sonrisa es también una poderosa comunicación. Una sonrisa sincera es la expresión perfecta del amor y la compasión humanas.
Las religiones son intentos de llevar beneficios a la gente y nunca deberían ser utilizadas como terrenos de antagonismo y violencias.
Para crear una paz interior, lo más importante es la práctica de la compasión y el amor, la compresión y el respeto por todas las formas de vida.
Cuando dudo de mi existencia, me pellizco.
El éxito y el fracaso depende de la sabiduría y la inteligencia, que nunca pueden funcionar apropiadamente bajo la influencia de la ira.
La ira nace del temor, y éste de un sentimiento de debilidad o inferioridad. Si usted posee coraje o determinación, tendrá cada menos temor y en consecuencia se sentirá menos frustrado y enojado.
La ira es nuestro auténtico enemigo ya que se haya en nuestra mente. La ira no cambia nunca su naturaleza. Siempre hiere y destruye. Y lo que es peor, aniquila nuestras propias fuerzas y energías.
La tolerancia y la paciencia son mucho más profunda y efectivas que la mera indiferencia.
El problema no radica en la religión, sino en la mente humana. Los practicantes sinceros de cualquier religión , muestran cualidades humanas esenciales: simplicidad, constancia, compasión y contento.
Si una persona quiere poner a prueba a cualquier religión, debe practicar sus consejos. Así podrá descubrir su verdadero valor.
Si la religión perdura sólo como un conocimiento, no produce ningún beneficio concreto.
Hagamos lo que hagamos en ésta u otra vida, el peso del karma nos alcanzará.
Si un individuo posee la base espiritual necesaria, no se dejará vencer por la tentación tecnológica y la locura de poseer. Sabrá encontrar el justo equilibrio, sin pedir demasiado. El peligro constante es abrir la puerta a la codicia, uno de nuestros más encarnizados enemigos, y ahí reside el verdadero trabajo del espíritu.
Todas nuestras vidas empezaron con el afecto humano como primer soporte. Los niños que crecen envueltos en afecto, sonríen más y son más amables. Generalmente son más equilibrados.
Cuando nuestro espíritu alcanza cierto grado de cualidad que llamamos la conciencia sutil, ya no puede morir, en el sentido ordinario de la palabra.
Cuando uno es generoso, con la intención de recibir algo a cambio o de obtener una buena reputación o de ser aceptado, entonces no esta actuando como un ser iluminado.
La sabiduría es como una flecha. La mente serena es el arco que la dispara.
Nuestros problemas se deben a un apego apasionado a las cosas y a deseo que nunca se satisfacen por completo, entonces generan aún más angustia. Percibimos a las cosas como entidades permanentes. En el empeño de conseguir estos objetos de nuestro deseo, empleamos la agresión y la competencia como herramientas supuestamente eficaces, y nos destruimos cada vez más en el proceso.
Si queremos morir bien, tenemos que aprender a vivir bien.
La verdadera disciplina no se impone. Sólo puede venir del interior de nosotros mismos.
Para desarrollar la compasión, primero es importante entender que entre ustedes y los demás, los otros son más importantes, porque son mucho más numerosos.
Casi todas las cosas buenas que suceden en el mundo, nacen de una actitud de aprecio por lo demás.
No debemos creer demasiado en los elogios. La critica a veces es muy necesaria.
Todas las religiones del mundo tienen los mismos ideales de amor y la misma meta de beneficiar a la humanidad a través de la práctica espiritual y la intención de hacer de sus seguidores, mejores seres humanos.
Desde que nacemos, dependemos de la bondad y protección de nuestros padres. Más adelante en la vida, cuando nos oprime la enfermedad y la vejez, volveremos a depender del altruismo de los demás, y ya que al inicio y al final de nuestra vida, necesitamos de la bondad del prójimo, ¿ como es posible que en el transcurso de ella no seamos igualmente generosos?

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